Otra de las prácticas de ejecución que existió en Europa y Asia fue la de morir en el caldero.
Se llenaba un caldero de agua, aceite o plomo fundido, después se sumergía al acusado antes que el líquido se calentara o cuando ya empezaba a hervir.
Otra opción similar, era llenar un tipo de sartén con aceite y calentarlo poco a poco hasta que el acusado se “friera” hasta morir.

Un claro ejemplo por muerte en el caldero fue en 1531, un cocinero llamado Richard Roose fue llevado al caldero en Smithfield (Londres) por envenenar a 19 personas en la casa de un obispo de Rochester. Puso veneno en un caldero de potaje. Según los medios de comunicación de aquella época, Roose fue primero encadenado y torturado varias veces en la horca y después sumergido en agua hirviendo.
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