La crucifixión fue un método de ejecución muy conocido en la antigua Roma.

Uno de los casos más conocidos de esta práctica de ejecución fue la de Jesucristo, pero mucho antes que él, fueron crucificados 6.000 prisioneros de Espartaco, en el año 71 a.e.C.
La crucifixión se solía hacer en sitios públicos, en el borde de las carreteras o en colinas. Los legionarios iban a buscar al condenado a su mazmorra y lo trasladaban al sitio de tortura, donde se le azotaba. Una vez acabada la tortura, se obligaba al prisionero a llevar a cuestas la cruz en el que iba a ser crucificado.
En el momento de crucificar al prisionero, la cruz se ponía en el suelo. Los soldados ponían el torso del prisionero encima de la cruz, luego le extendían los brazos a lo largo. Otro soldado le clavaba clavos o estacas en las muñecas. A punto de terminar, varios soldados hacían fuerza hacia arriba para poner la cruz en alto.
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